Hoy en día es complicado conseguir momentos de tranquilidad y sobre todo de silencio. Pero… ¿Sabemos qué consecuencias tiene la exposición a ruidos y estímulos auditivos constantes?
Si el ruido a nuestro alrededor es fuerte, los niveles de cortisol y la presión arterial se elevan.
El cerebro necesita silencio para tomar decisiones y sentir calma, pues la presencia del ruido hace que, a nivel cerebral, se activen los mecanismos de lucha o de huida y esto produce estrés.
Además, las convenciones sociales han hecho que veamos el silencio como algo malo y sinónimo de soledad o aislamiento y es por ello que cuando estamos con más gente, el silencio se convierte en algo incómodo y a evitar a toda costa.
En cambio, si dedicamos un tiempo a estar en silencio podemos obtener varios beneficios.
Entre ellos, podemos escuchar mejor a nuestro cuerpo y nuestros pensamientos para comprobar cómo nos encontramos y qué necesitamos.
Reducimos los niveles de ansiedad y depresión.
Los niños presentan menos estrés y aprenden mejor.
Mejora la calidad del suelo y de la memoria.
Disminuye la tensión muscular.
Algunas investigaciones apuestan por una mayor regeneración neuronal.
Luciano Bernardi, que era médico y músico, realizó en 2006 un estudio sobre el silencio. En él, analizó la relación entre los efectos de la música, el cerebro y el sistema circulatorio. Averiguó que en los minutos de descanso entre canciones, el cerebro disminuía los niveles de estrés. Con ello sacó la conclusión de que es necesario acercarnos más al silencio como práctica terapéutica para vivir con menos ansiedad.
Actividades como la meditación o hacer rutas de senderismo por paisajes naturales son un ejemplo de cómo podemos conseguir los beneficios que ofrece el silencio.